De pronto los
pájaros interrumpieron su impecable vuelo, buscando refugio bajo las tejas rotas
del viejo cobertizo. La visible tormenta se convirtió en viento huracanado,
eclipsando la apaciguada luz de la tarde, sobre el cielo ennegrecido las
culebrinas de los rayos dibujaban incansables figuras geométricas. Se
santiguaban las madres con suplicas constantes, las abuelas vestidas de negro
se aferraban con las cuendas del rosario entre sus dedos, en el rostro de los
más pequeños apareció una triste mueca
contraída, los hombres, pálidos y consternados a duras penas podían emitir
palabra alguna, con manos sudorosas y doloridas, ocultaban la rabia contenida
de sus logros. La peor de las desgracias se hizo latente en las miradas, de
nada sirvieron las velas, ni las suplicas, ni los rezos, un triste arcoíris
emitía tonalidades en blanco y negro. Por toda la lluvia caída sangraban
regueros de llanto, la inesperada tormenta aniquiló la cosecha, arrasando
hectáreas de campos y frutales.
Al acecho los
mortales transitaban derrotados, mientras la impotente adversidad agonizaba en las cepas moribundas.
©Pilar Contreras
Moreno
Tremendo y muy triste tu relato Pilar, no hay cosa peor para un agricultor que perder las cosechas que es lo que les da para vivir.
ResponderEliminarUn abrazo de Espíritu sin Nombre.
Hola querida Conchi, se trataba de hacer un pequeño relato sobre fenómenos atmosféricos.
EliminarOtro abrazo para ti. Besos
Y contra las fuerzas de la Naturaleza no se puede hacer nada, en un rato pueden acabar con la ilusión y la esperanza de un año de trabajo.
ResponderEliminarBesos
Ya lo creo Julia y mucho más todavía, la madre naturaleza tiene un poder indiscutible. Abrazos poéticos.
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